Las religiones se han devatido a lo largo de siglos la procedencia de las almas y su deposición final. Reencarnación, cielo, infierno, latencia, purgatorio, pecado original y alusiones varias a lo que nos ocurrió y ocurrirá una vez finalizada la experiencia terrenal.
Sin embargo, este desconcierto solamente genera un miedo a lo desconocido, que muchas veces hace que se pierda el foco realmente importante: la existencia espiritual en el hoy.
La vorágine de la rutina, empujada por la volatilidad informacional, la fluctuación de las relaciones y la inestabilidad emocional, genera enfermedades que anteriormente no existian, como los ataques de pánico y el estrés. Algo realmente preocupante, porque son problemas de la psiquis que derivan en problemas físicos importantísimos, y que muchas veces, deben sanar por dentro para terminar definitivamente con su producción sistemática, y finalmente "curarse".
La palabra esencia deriva de "essentia", de "ese", ser, exisir, el ser que existe.
La única certeza hoy en día es que existimos. Sabemos que estamos vivos porque nuestro espíritu convive en un envase, llamado cuerpo, que permite la interacción con el entorno físico, a través de las sensaciones. A su vez, nos permite el intercambio con otros seres o almas, como más gusten llamarlo.
Sin embargo, se olvida la toma de conciencia del ser espiritual. Venimos a este mundo con todo lo necesario para ser felices por nuestros propios medios, pero... el miedo y la inseguridad, generados en un primer momento desde que somos bebes ante el temor de la pérdida de la madre, y por ende de la fuente de la vida como seres dependientes, comienza a retorcerse y tomar nuevas formas: inseguridad, baja estima, temor al cambio, superstición, duda, miedos, desconfianza, neciedad, envidia y todos los sentimientos negativos que se ocurran.
La "Essentia", fue interpretada por los filósofos clásicos como "sustancia". En un primer nivel, el individuo que se es, sin interpretaciones de por medio, sino lo que existe. Y en segundo nivel, es la lógica de interpretación de lo que se es. La identidad, nuestra tarjeta de presentación.
Este desdoblamiento es más que interesante, sobretodo porque es determinante a la hora de relacionarnos con las demás personas que conviven con nosotros en el día a día.
La esencia a primer nivel nos conecta con personas de manera especial. El alma, desnuda, sin connotaciones o limitaciones, siente una conexión profunda con la del par. Es un impulso, un vínculo imantado, en el sentido de que independientemente de las circunstancias en que las personas se cruzan a lo largo de la vida, cuando el encuentro se da, las esencias se exponencian.
La esencia en segundo nivel, es la que esencia conciente. Lo que nosotros queremos presentar, o creemos que somos, interpelados por la razón y seleccionando aquello que queremos mostrar. Sin dar más vueltas, la moneda corriente con la que nos manejamos diariamente.
Dicha dualidad, lejos de ser tajante y completamente conciente, es fluctuante. La realidad, es que no nos mostramos tal cual somos, por miedo a la incompatibilidad con aquellos a los que queremos interesarles o simplemente caerles bien. El precio a pagar por ello, dependerá de qué tan lejos esté dispuesta una persona a moldear su ser.
Para finalizar esta nota, una reflexión de John Lenon que me parece más que oportuna, porque muchas veces cuando se plantean temas como el expuesto, es porque la situación sentimental de quien lee no está en su auge:
"Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en nuestra vida merece cargar en las espaldas, la responsabilidad de completar lo que nos falta".
YzK!
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